Como ejemplo, podemos tomar un tinto joven en el que ambos elementos son los causantes de ese color rojo vivo que presenta, que con el paso del tiempo van despareciendo y provocan el tono tan característico en los vinos viejos. De hecho, para que esta variación en el color se produzca es necesaria la presencia del oxígeno. Así, con el paso del tiempo, los vinos tintos tienden a aclararse pasando de ciertos reflejos violáceos a rojo intenso y, posteriormente, a un tono teja muy característico en reservas y gran reservas; mientras que los vinos blancos tienden a transformarse de un color amarillo pálido casi transparente a un tono mucho más dorado.
Para que esta transformación se produzca como consecuencia del envejecimiento natural del vino, también hay que tener en cuenta otros factores relacionados como el lugar de almacenamiento de la botella, teniendo en cuenta la temperatura y humedad del ambiente. La botella de vino deberá conservarse en un lugar que no sufra cambios bruscos de temperatura para evitar que el corcho se dilate y hayan goteos y que no reciba la luz directa del sol. También es conveniente dejar la botella colocada en posición horizontal para evitar que el corcho pueda secarse. La humedad también es importante, ya que se deberá escoger un lugar que no sea excesivamente húmedo para evitar cualquier proliferación de mohos que posteriormente puedan transmitirse al vino.
Esperamos que esta información os haya sido de utilidad ¡Hasta la próxima!
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